lunes, 16 de abril de 2012


¿Cuál es el terror supremo del neurótico?

 ¿Qué miedo fundamental oculta en su caja de Pandora este niño asustado, refugiado bajo capas y más capas de síntomas (ansiedad, tristeza, adicciones, etc.)?

 Su horror básico es descubrir que realmente está solo en el mundo, que sus apegos familiares están envenenados, que en cierto modo fue siempre un huérfano, que su vida entera está llena de mentiras y en última instancia es un fracaso, que nadie podrá salvarlo jamás. 

Siente pánico a sufrir este terrible desengaño (que intuye oscuramente), a perder para siempre su última ilusión de ser amado incondicionalmente como un niño, a admitir que ya no lo es y que resulta inútil –y patético- seguir soñándolo.

Pues la más terrible y abrasadora verdad es ésta: el tren de su infancia pasó para siempre.

La neurosis nace, en efecto, de la terrible nostalgia por una infancia fallida y, en consecuencia, la búsqueda continua, inconsciente e insaciable de una segunda oportunidad. 

¡Vana fantasía! Para eludir este drama, el niño aterrado inventa en su refugio toda clase de estratagemas: olvida o se aferra al pasado, deforma su memoria, idealiza a la familia, se culpabiliza, finge perdonar, duda del psicoterapeuta, se enamora del psicoterapeuta, viaja compulsivamente, se refugia en la promiscuidad, trabaja hasta el agotamiento, etc. Pero el tiempo no perdona y la añorada felicidad no llega...
 


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